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CARTA 1. El aeropuerto invisible

Querido Andru:

Ahora que tienes el proyecto de disfrutar la tarea de ser maestro, escribo estas cartas para ti y para las niñas y niños que fueron parte de la experiencia de MARTES DE POESÍA y que hoy, como adultos, sueñan y trabajan por construir un mundo en el que todos tengamos un lugar, como aquel por el que pregunta María Elena Walsh en el poema que tu memoria trajo a nuestro encuentro.


Los estudiantes de la I.E Roberto Suaza Marquínez, a la que tú perteneciste, me llevaron al segundo piso de la planta física  para mostrarme, según ellos, el aeropuerto, porque desde allí podía verse el sector de la carretera nacional en donde hicieron aterrizar el avión para llevar a cabo el secuestro.

Debido a este acontecimiento, El Hobo hizo parte de las noticias nacionales e internacionales. Estaba en la mirada del mundo, porque, además de ser un hecho que podía causar la ruptura de los diálogos de paz, había ocurrido de  manera muy cinematográfica.


En 1984, este municipio había recibido el apelativo de “Ínsula de paz”, por ser uno de los tres lugares en los que se habían  firmado los acuerdos de paz con el M-19. Sin embargo, en los últimos años había sido objeto de dos tomas guerrilleras, en una de las cuales, la escuela que quedaba en el centro del pueblo y que en ese momento tenía los niños de vacaciones, pasó a ser trinchera del ejército.  Luego el riesgo para los niños se hizo evidente, así que decidieron  que continuaran sus clases en la sede del Bachillerato.


Esto, en un país en medio de la guerra, hace parte de la historia cotidiana de sus pobladores. Imágenes en la memoria y en las fotografías que revelan una relación casi naturalizada con hechos violentos o con la amenaza de que ocurran.  Están ahí… sin muchas preguntas. Y también  sin respuestas.


Pero ¿por qué empezar con la imagen de los niños y niñas mostrándome un aeropuerto invisible? ¿por qué, con ellos contándome que algunos tenían en sus álbumes familiares fotos con el avión que forzaron a aterrizar  ese día?, ¿Tú también tenías una? . Asomada a una parte fundamental de la historia de estos niños y sus familias, asomada a sus inquietudes y prioridades, escuchándoles hablar de este acontecimiento como parte de la magia que utilizan cada día para convertir los miedos en posibilidades de ser, me veo preguntándome si hay algo que yo pueda hacer como maestra y como poeta frente a esta realidad.


Les conté que venía de Tarqui (Huila). ¿Recuerdas?,  un municipio acomodado en la Serranía de las Minas, en el que empecé a jugar poesía con mis estudiantes y con algunos grupos de las escuelas.  Con las profesoras del área de Lengua Castellana logramos un espacio diario para que los estudiantes renovaran y reconstruyeran su relación con la poesía, al que bautizamos TRES POEMAS PARA CELEBRAR EL DÍA.


Durante varios años, al finalizar la jornada escolar, a las 4 de la tarde, nos reuníamos en la biblioteca del Colegio,  con los estudiantes del grado que tenía a su cargo en ese momento la actividad. A ellos se sumaban estudiantes de otros grados que querían disfrutar de la poesía o quizá husmear un poco en la vida de los tres lectores del día para ver cuál era la razón de su celebración. Así, con un poco de obligación y otro poco de voluntad, logramos que los chicos y chicas se relacionaran con la poesía de otra manera


. Pero “¿qué podemos celebrar?.  A nosotros no nos pasan grandes cosas”.  El asunto no sólo era qué poema voy a leer.  Entonces, ¿qué poema? ¿por qué este? ¿qué celebro? ¿Tengo que decirlo a todos? ¿Y si se ríen? ¿Y eso no es para niñas?. Preguntas atadas a su cotidianidad, al concepto de poesía, al conocimiento de textos poéticos, al concepto de vida y celebración, a los miedos de exponerse, a la relación entre la poesía y su reconocimiento de su identidad sexual…En fin.


Frente a todo esto, la búsqueda de respuestas no estaba en el salón de clase. En la sala de mi casa, recostados en el piso, con todos mis libros de poesía a su disposición y una conversación desparpajada, sin presiones, con muchas risas y descubrimientos de quiénes somos, qué soñamos, qué queremos. Todos, en igualdad de condiciones, todos vulnerables y todos con poder. Ahí encontramos respuestas.


Luego, cuando fui a trabajar al municipio de El Hobo, me llevé todo lo que mis estudiantes de Tarqui me enseñaron en esos encuentros y escuché atentamente estos nuevos requerimientos. ¿De dónde aprendí a escuchar? de mi madre, de mis abuelas, de mis maestras y maestros, de la señora de la esquina, del señor de la tienda,   de la poesía, en fin… de la vida.  Escuchar era la clave y aún sigue siendo.  Así que sentí que la poesía, nuevamente, nos abriría caminos en el Hobo.


¿Y cómo logré que fueran los martes? ¡Te seguiré contando! Un abrazo de albahaca y brisa. Amparo.

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“El sol no tiene bolsillos / La luna no tiene mar. / ¿Por qué en un mundo tan grande /habrá tan poco lugar?”, del poema de María Elena Walsh EL SOL NO TIENE BOLSILLOS.

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